Domingo, 10 Mayo
A los 26 años, Raimundo Tupper se había convertido en una de las promesas cumplidas del fútbol chileno. Su figura apareció en el Mundial Juvenil de 1987, donde nuestra selección obtuvo el cuarto lugar. La hinchada nacional adoraba a este veloz atacante, un joven alto, rubio y tímido que era respetado y querido por sus compañeros de Universidad Católica, el club donde jugaba desde pequeño.
Lo tenía todo: éxito, dinero, fama. También una pareja y un futuro. Pero él no se sentía feliz. “Lo tengo todo, pero no tengo nada”, decía a sus amigos.